El orgullo no engorda
Como el orgullo no nos engorda entonces resultaría muy conveniente
tragárnoslo de vez en cuando, lo cual es un excelente comienzo para una muy
beneficiosa jornada en ruta hacia la humildad, especialmente cuando este se
catalogue de falso orgullo.
Tragarme yo el orgullo? dice el arrogante sujetillo, quien
equívocamente piensa que, mientras más orgulloso y tirano sea con los demás, a
lo mejor ello le generará más respeto y seguimiento por parte de otros. Esto,
aunque funcione por un rato, a la larga se convierte en un perturbador nido,
alimentado de frustración y resentimiento.
De lo anterior podremos extractar puntos positivos hacia el
cambio, derivados de las enseñanzas de Francisco de Asís, cuya conocida oración
y ejemplo de vida, es quizás la más perfecta muestra de sencillez y devoción en
el salirse de sí mismo, para pensar y servir con convicción y alegría a las
demás personas.
Miami, Diciembre 2 de 2015
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