Por: Ricardo Tribín Acosta
El miedo, ese tan temido y desagradable sentimiento, a veces nos paraliza y nos pinta la vida de una manera trágica, horrible, espantosa. Es el elixir de veneno que bebemos en muchos casos sin darnos ni siquiera cuenta del porqué. Está presente, aunque lo ignoremos, y en la mayor parte de los casos lo grave es que es que tan solo producto de nuestra propia imaginación y por consiguiente una creación de nosotros mismos.
Un hombre se fue a clavar una puntilla para colgar un clavo, y aunque, sin saber el motivo, le tenía miedo a los martillos por lo que el impacto pudiera causar sobre su dedo. Lo pensó una y otra vez hasta que al fin se decidió y, cuando dio el primer martillazo, cataplum, este no fue directamente al clavo sino a su dedo. Auchhhh, grito el hombre. Yo sabía que esto me iba a quedar grande. Pues claro, no ves que lo venias programando de antemano, le dijo un amigo.
El miedo está ahí aunque lo ignoremos y la única forma de apartarlo reside en el cambio de nuestra manera de pensar y de ver las cosas y las situaciones tal y como son en la realidad. De ahí que cuando logremos recuperar la confianza en nosotros y en la acción que vamos a emprender y a ello le sumemos el componente del amor, el miedo confrontado por la realidad y el equilibrio mental, tomará las de Villadiego.
Miami, Enero 14 de 2016
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